Su nombre es Isabel Romero, su origen dominicano, nacida en Bani, esa tierra bendita que según el lenguaje indoantillano Ba significa padre y Ni agua. Para los tainos Bani significa “abundancia de agua”. “Y yo soy la mujer agua”, dice entre risas. Isabel es una mujer vivaz, carismática, tuvo una infancia feliz al lado de sus abuelos, pero tenía ciertos complejos por su cabello que, según dice, “era rebelde” y muchas veces experimentó la burla de sus compañeras.
Siempre se destacó como una estudiante aplicada, terminando sus estudios y graduándose de contadora, pero a temprana edad el amor tocó su corazón, perdiendo la cabeza por Isais que luego sería su esposo. “En 1998 nos casamos y Dios nos bendijo con tres maravillosos hijos, Rahilandy de 21 años, Steven 19 e Isamarie 13”.
Su vida, según dice, ha estado llena de bendiciones no solo en su país de origen sino desde que decidió emigrar el 2002 a los Estados Unidos con muchos sueños y desafíos. Su primer trabajo fue en una oficina llenando Income Tax y luego desempeñó diferentes labores que no tenían nada que ver con su carrera de contadora.
Pero siguió para adelante buscando sus sueños y superando la guerra que tenía con su cabello. “Siempre trataba de mantenerlo bien arreglado para que se mirara bien, recuerdo que cuando niña me quejaba con Dios y le decía porque mis amigas tienen el pelo bonito y yo no”.
En el 2015, Isabel decidió dejar de “alisarme el cabello, aunque me lo seguía secando y tratando que se mirara lacio, era de las que iba al salón de belleza cada semana y empecé a reducirlo, el proceso no me gustaba, pero sentía que valía la pena; tuve que esperar como dos años para que en realidad mi pelo natural se pudiera apreciar, y cada vez que alguien me decía me encanta tu cabello, solo me decía dentro de mi valió la pena”.
En el 2018, Isabel decidió acercarse más al Señor y empezó a mirar la vida diferente y a entender muchas cosas por medio de su palabra. “Dios nos hace perfectos, mi cabello no era malo y no tenía porque estar quejándome”.
En el 2020, en la peor etapa de la pandemia, “Dios puso en mi corazón, mente y manos el poder para crear una línea de productos para el cabello a base de aceite natural y es así como nace Isa’s Curls Collection. Dios me guio, me dio la señal para poner un salón de belleza para el cabello natural”, cuenta Isabel.
“No fue fácil, nada es fácil, pero Dios iluminó mi vida y me ayudó a acercarme a más personas para llevar el evangelio”.
“Hay que predicar la palabra y esa va a ser siempre mi prioridad y voy a llegar también a todas las almas mediante mi línea de productos. En general todo lo que Dios hace lo hace perfecto y hoy yo me siento la más bella porque tengo a Cristo en mi corazón y mi Padre todo lo hace hermoso”.