Notas de la Academia: Massiel Torres Ulloa Julio 2024

Hace unas semanas recibí mi título de doctora en filosofía en la materia de lenguas y literaturas romances en la Universidad de Harvard. Soy la primera dominicana en recibirse con ese título en esta universidad. Hoy me gustaría reflexionar sobre lo que este viaje académico ha significado en mi vida.

 

Como muchos, llegué a Estados Unidos en la adolescencia, recién graduada de bachillerato, y con la sospecha de que continuar mi educación supondría un arduo esfuerzo. Crecí en un hogar en el que la expectativa más natural era la de ir a la universidad, pero como una inmigrante sin recursos, esa meta se veía inalcanzable, sobre todo para alguien con una pasión por profesiones poco “prácticas” o supuestamente no correspondientes con el nivel de posibilidad económica en el que vivía. Sin embargo, a un año de mi llegada, empecé mis estudios superiores en una institución comunitaria de dos años.

 

Me convencí—suelo ser testaruda—de que la literatura era una superficialidad más que una carrera, así que los primeros años de mis estudios se concentraron en la comunicación social y el periodismo. Apilé clases de literatura avanzadas en mis electivas, ganando un espacio en el programa de honores de la mancomunidad de Massachusetts con el fin de obtener acceso a sus clases especializadas en Shakespeare y en Sófocles.

 

Devoraba cualquier libro que se me cruzara. Tenía dos trabajos, uno en un parque, manejando un carrusel en el verano y de cajera de una pista de patinaje en invierno, y era conocida por mis jefes por la cantidad de libros que leía durante mis turnos. A finales del 2014 fui aceptada a un programa de literatura y escritura creativa en Emerson College. Ya no podía seguir huyendo.

 

La cosa es, yo nunca imaginé que mi interés por la literatura se podría convertir en mi carrera. Siempre pensé que aunque enfocara mi licenciatura en ello, terminaría en alguna línea de trabajo que contratara graduados con estudios en lenguaje y cultura. Mi tiempo en Emerson fue magnífico. Conocí a una de las profesoras que más ha apoyado mi carrera y la primera persona que me sugirió pensar en la posibilidad de hacer un doctorado. Pero también fue difícil. Tenía dos trabajos, uno de 4:30 am a 1 pm, y otro de 6 pm a 11 pm, para poder sustentar mis gastos. Aunque tenía una beca, todos los semestres mi mamá tenía que producir el dinero que no cubría esa beca, ni los préstamos. En esas condiciones, un doctorado parecía una locura.

 

La precariedad, aun cuando no nos demos cuenta, nos quita un poco de esa habilidad de creer en nosotras mismas debido a las barreras sociales que tenemos que confrontar. Aunque sabía que era bastante aplicada y en muchas formas talentosa, no creía en que en particular, alguien como yo, que viene de generaciones de pobreza, una inmigrante, persona racializada, mujer, pudiera hacerse espacio en profesiones altamente competitivas. La sorpresa más grande fue que, cuando finalmente tomé la decisión de aplicar a programas doctorales, fui aceptada a un 60% de los programas a los que apliqué, y entre ellos había sido aceptada a dos de los programas más competitivos de Estados Unidos y el mundo. Enter Harvard.

 

Uno de los regalos más bellos de este camino ha sido que vine a estudiar con la primera dominicana en enseñar en Harvard. De ella aprendí a hacer espacio para los demás, proteger a mis estudiantes con el cuerpo, y una ética de trabajo intachable. Me gradué sin ella. La experiencia en una de las torres de marfil más importantes del mundo ha sido muchas veces hermosa y apasionante, en otras ha representado decepción y acabar con el corazón roto. Como una estudiante caribeña y pobre, ha significado precariedad, imaginación, y muchas ganas de sobrevivir y hacer las cosas bien.

 

No me arrepiento. Hoy empaco lo poco que tengo y me mudo a Princeton University en Nueva Jersey, donde continuaré abriendo espacio, luchando, soñando y tejiendo redes literarias sobre el caribe que me vio nacer. Todo valió la pena al final. La carretera que parecía interminable se abre con una nueva meta y una nueva complicación—pero resiliencia y determinación hay de sobra. No puedo esperar a contarles como va. Y como siempre…

 

…Es un placer escribirle, es un honor que me lea. Nos leemos pronto.